martes, 3 de diciembre de 2013

Un, Dos, Tres, responda otra vez


       Para todos aquellos que vivimos y crecimos en la España de los años setenta, aquél concurso llamado ‘Un, dos, tres, responda otra vez’ a buen seguro nos habrá quedado grabado a fuego en nuestras retinas como un icono de la televisión de esa época. Y si además por aquellos años, como era mi caso, estábamos atravesando esa etapa en la vida en la que no existían más preocupaciones que la de desear que el Sporting de Gijón ganase el próximo partido ante el Oviedo, de saber cuántos cromos de la colección de Mazinger Z te saldrían repetidos al día siguiente cuando comprases un par de sobres en el quiosco con las 5 pts de paga con la que te premiaban tus padres, o la de espiar por la ventana a la niña rubia del vecindario (Salomé, con esa cara de ángel y esos tirabuzones cayéndole por los hombros que te cautivaban aún sin saber por qué… si bien los ojazos de Mª Esther y su melena azabache no se quedaban muy atrás), entonces, como digo, era una costumbre (casi un ritual) dejar a un lado esos pensamientos y compartir toda la felicidad y la alegría que cabían en esos adorables e irrepetibles años de la infancia con tu familia, todos juntos, ante el televisor, aquél viejo y fiable Telefunken en blanco y negro, para ver alguno de los programas estrella que TVE emitía en su única (al menos en Asturias) cadena. Uno de estos ‘clásicos’ era el maravilloso Un, Dos, Tres, que tal y como su nombre indica, combinaba conjuntamente los tres tipos de programa-concurso que en la práctica pueden darse: una parte de conocimiento y cultura (batería de preguntas), una prueba de habilidad (simpáticas, alocadas y a veces bizarras) y, por último, azar y suerte en la elección de los premios que un habilidoso Kiko Ledgard o una pícara Mayra Gómez Kemp iban presentando a los concursantes. Quizás por este hecho nos haya llenado tanto ese programa a nuestras generaciones: al fin y a la postre, ¿no era acaso un fiel reflejo de lo que es la Vida? : Un poquito de cultura + algo de habilidad + todo el azar posible...






Claro está que por aquél entonces, un servidor aún no era capaz de pensar en semejantes similitudes y filosofías. A mis once añitos recién cumplidos, seguía viviendo feliz al amparo de un mundo que se me antojaba maravilloso y aún no había atravesado esa puerta que conlleva la pérdida abrupta e irreversible de la inocencia. Dicho de otro modo: seguía instalado en la infancia, y en esos años lo que más me atraía eran los coches y, aún sin saber por qué, los ricitos de Salomé o los ojos de Mª Esther.

Así las cosas, corría el dos de febrero de 1977 cuando, como todos los sábados, nos apostamos mis padres y yo a ver el ‘Un, Dos, Tres’. Me puedo imaginar la escena: mi madre tricotando el próximo jersey que iba a usar yo (ese invierno estaba siendo duro aquí en Avilés) y mi padre sentado de frente al viejo Telefunken fumando uno de sus eternos cigarrillos ‘Goya’ mientras un servidor jugaba sobre la alfombra cuadrada de la salita con los cochecitos de juguete. Muy probablemente (ya que eran mis favoritos) estaría ‘circulando’ por las franjas longitudinales verdes y rojas (hey, estamos en los ’70, recordad!!!) de la alfombra que simulaban carreteras con mi SEAT 1200 de Pilen, mi Módulo Pininfarina de Guisval, o mi Pegaso Cabina Cuadrada de Mira cuando comenzó el programa…

Hasta aquí, el párrafo anterior es sólo conjetura y artificios literarios que se probablemente se correspondiesen fielmente con la realidad, pero a partir de aquí ya hablamos de recuerdos nítidos: estábamos ya en la recta final del programa, y ¡Flash! ¡Los concursantes acaban de perder EL COCHE! Recuerdo perfectamente la cara que se me puso cuando en el concurso apareció ese SEAT 1200 Sport en la pantalla… ¡Joder, era un bocanegra el premio de ese sábado! ¡No me lo podía creer, un BOCANEGRA, coño!  






No era común que en Un, Dos, Tres apareciese un 1200 Sport. Siempre eran SEAT, por supuesto, pero por regla general los modelos destinados a premio eran los 131, 124 y 132. De hecho, que yo sepa, nunca más apareció otro 1200 Sport en el Un, Dos, Tres, si bien hablo de memoria y puedo estar perfectamente equivocado. Pero de lo que no hay duda es que ese momento, el de aparición de ese 1200 Sport en el programa del 02 de febrero de 1977 lo recuerdo perfectamente. Me acuerdo como si fuese ayer mismo del decorado y del tema del programa de esa noche: el ballet. Veía a las bailarinas ataviadas con esos ropajes de ballet y pensaba en Salomé y Esther  con esa faldita, con ese vestidito… aunque nada más aparecer el SEAT 1200 debo deciros que todo mi incipiente romanticismo desapareció de un plumazo, me olvidé de ellas y me ensimismé en las tremendas ganas que tenía de crecer, de hacerme mayor, y poder comprarme de una puñetera vez por todas un coche de verdad. Un SEAT 1200 Sport, claro!!! 

 ¡Qué lejos estaba yo de comprender y atisbar las complicaciones y la carrera de obstáculos que se avecinaba a la vuelta de la esquina en todo eso que vendría a denominarse ‘vida adulta’!  Bendita felicidad inocente la Infancia…




Un mes antes de la grabación del programa, en Barcelona, en la factoría SEAT, la unidad tres millones y media acababa de ser fabricada, recayendo este honor en un SEAT 1200 Sport como el protagonista de esta entrada. Es más: era el mismo protagonista; la misma unidad. Como vemos en la noticia adjunta, esa unidad se destinó a premio en el concurso de ese día (primer sábado de febrero de 1977) conmemorando no sólo la unidad 3.500.000 fabricada por SEAT, sino coincidiendo también otra efeméride: hacía un año exactamente que el SEAT 1200 Sport comenzó oficialmente a comercializarse en los concesionarios. Si ambos hechos fueron advertidos y tenidos en cuenta por personal de SEAT o si por el contrario esa circunstancia pasó inadvertida, nunca lo sabremos, como tampoco el destino final de esa unidad 3.500.000 que los concursantes no llegaron a ganar y que acabaría matriculado en algún punto de la geografía española (los 1200 Sport aún no se exportaban en febrero de 1977) ignorando muy probablemente su propietario el hecho de tener en su poder una unidad que pasó a la historia… al menos en la memoria de aquél niño de once años que miraba boquiabierto la pantalla al aparecer el objeto de sus sueños de infancia.



Al finalizar esa noche, la pareja de concursantes de la emisión de ese dos de febrero de 1977 se fueron felices y contentos a casa tras haber conseguido un apartamento (premio estrella del programa junto con el coche; sorprende cómo en esos años ambos premios –un coche y un apartamento-  eran de semejante cuantía y anhelo para la incipiente clase media)


Por si alguien siente curiosidad, Salomé se casó muy joven y a mediados de los ochenta, antes de comenzar yo en la Universidad, se marchó lejos a vivir, despareciendo para siempre de mi mundo. Por su parte Mª Esther, desde los inicios de la adolescencia muy precoz y ávida de experiencias, también acabaría yéndose  por otros derroteros a vivir la vida, haciendo una fugaz aparición por nuestro Avilés natal en las postrimerías de los noventa como prostituta, vagando y mercadeando tristemente por las mismas calles que la vieron nacer hasta que volvió a desaparecer, esta vez sin dejar rastro alguno.


 

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