miércoles, 11 de diciembre de 2013

Sierra Nevada y Olé


Diciembre de 1975 fue un mes que marcó un punto de inflexión en España. A las tensiones e incertidumbres en las esferas política y militar que se debatían ante la reciente muerte (20 de Noviembre) de Franco con toda la ruptura  que ello conllevaba, estaba también en la candente actualidad el conflicto con Marruecos debido a la 'Marcha Verde' que el rey Alauita Hassan II había iniciado semanas antes con el propósito de la 'invasión pacífica' (esa al menos fue la moto que nos quisieron vender) del Sahara para anexionarlo a su territorio, aprovechando la agonía de Franco y el Régimen y haciendo caso omiso a la resolución de la ONU que ratificaba el dercho del pueblo Saharaui a un referéndum por su autodeterminación. Esa invasión 'pacífica' fue en realidad una maniobra en la que Hassan II envió 350.000 civiles marroquíes acompañados de 20.000 soldados a invadir y ocupar los terriotorios del entonces Sáhara español con vistas a su anexión unilateral y posterior expulsión de la población autóctona a la zona montañosa del desierto de Tindoulf, donde aún hoy en día y después de más de 35 años, sobreviven gracias a la ayuda internacional humanitaria.

Pocos, muy pocos podían preveer que en este país, y en un lapso de tiempo tan escaso (aunque en política puede ser una eternidad) como tres años, el seis de Diciembre de 1978, estaríamos en España aprobando nuestra Constitución, tras una transición a la democracia que sirvió como ejemplo en toda europa, siguiendo los pasos de nuestros vecinos portugueses que tan sólo un año antes, el 25 de abril de 1975, rompieron con el régiment fascista del dictador Salazar en aquella 'Revolución de los Claveles', dando un golpe de estado sin derramar ni una sola gota de sangre.

Las cosas en España por esos lejanos tiempos de 1975, por tanto, no estaban como para tirar cohetes, y mucho menos como para anunciar la salida al mercado de un nuevo modelo de automóvil. Y, si el automóvil en cuestión era tal como nuestro SEAT 1200 Sport, con la imagen que se quería hacer recaer sobre él como 'producto nacional' 100%, las cosas pintaban bastos... realmente si se le cuestiona a cualquier estudiante de mercadotecnia sobre la conveniencia de proceder al lanzamiento de nuestro 1200 Sport en la vorágine del escenario que teníamos en este país en Diciembre de 1975, muy probablemente sus carcajadas se oirían hasta en nuestro ex-Sáhara.

No obstante, sabido es el dicho aquél de 'Show must go on' ('El espectáculo debe continuar'), y henos aquí que, con todo planificado ya desde hacía meses, no se podía echar por la borda una presentación tan finamente calculada y planificada para ese primer fin de semana de Diciembre de 1975, y allá fue presentado por las bellas tierras andaluzas, nuestro SEAT 1200 Sport, contra viento y marea.

Foto promocional del 1200 Sport en el puerto deportivo de Málaga


SEAT echó toda la carne en el asador para realizar la presentación del cochecito: durante dos semanas completas, se pusieron a disposición de los invitados 30 unidades de SEAT 1200 Sport, que eran recogidos por los grupos de periodistas acreditados en el aeropuerto de Málaga. Para el ensayo del coche, se realizaba un exigente recorrido de unos 250 Km, el cual exigía pasar desde casi el nivel del mar hasta coronar Sierra Nevada a pie del Veleta, través del considerado el puerto más alto de Europa.


 Tras una breve pausa, se descendía hasta Granada, en donde los periodistas eran agasajados en las confortables estancias del lujoso Hotel Carmen, en el que tras una breve parada y receso, y tras una opípara cena, se les hacía entrega de un Dossier de Prensa (dotado de algunas erratas técnicas, todo hay que decirlo, SEAT 100%) y comenzaba la conferencia de prensa dirigida por Günter Óistar Stabenau, a la sazón ingeniero-jefe de proyectos SEAT en los años setenta, bien conocido caracterizado por su filiación al régimen y -sobre todo- por estar plenamente integrado en la sociedad española en cuanto a nuestra ideosincrasia relativa al cachondeo, fiesta y buen vivir.

Fachada principal del Hotel Carmen


Al fondo, Sierra Nevada, desde una de las terrazas del Hotel Carmen


Durante esa quincena, fueron casi doscientas las personalidades que fueron invitadas a probar el SEAT 1200 Sport. Los primeros invitados fueron, lógicamente, los periodistas de las principales revistas del motor en España (Arturo Andrés por 'Autopista', Mariano Medina por 'Velocidad', Juan Otermín por 'Motor Mundial', etc..) seguidos posteriormente y en sucesivas jornadas por profesionales de periódicos nacionales y provinciales con cierta entidad, para al final ser el turno de prensa local e incluso algunas personalidades variadas del mundo del fútbol y la farándula.

Reseña de presentación del SEAT 1200 Spor en el diario ABC, 1975

Sin embargo, jamás se presentó invitación alguna a INDUCAR ni a ninguna de sus personalidades. Más aún: en la rueda de prensa oficial de SEAT que se ofrecía a los asistentes en los salones de conferencias del granadino Hotel Carmen, jamás se hizo mención alguna al trabajo realizado por INDUCAR, presentando el SEAT 1200 Sport como un producto diseñado y concebido en y desde SEAT íntegramente, siendo la firma egarense la mera fabricante de la carrocería siempre bajo imposición e instrucciones de SEAT, actuando como una mera subcontrata y sin crédito alguno en la confección técnica de la carrocería de nuestro SEAT 1200 Sport. La gran mentira SEAT. Un antiguo relaciones públicas que participó en esas sesiones de presentación admitiría tiempo después haber tenido vergüenza ajena refiriéndose a las conferencias del Sr. Öistrach en las presentaciones del 1200 Sport.

Foto oficial promocional de SEAT. En el reverso, incluía características técnicas en tres idiomas (ver imagen siguiente)

Foto hecha desde una de las habotaciones del Hotel Carmen de las unidades de prensa en la presentación del 1200 Sport. Obsérvese cómo los colores disponibles son sólo cuatro: blanco, rojo, amarillo arena y naranje. Esa escasa gama de colores fue duramente criticada por los periodistas


La opinión unánime de la prensa especializada acerca de las bondades del 1200 Sport fue, en resumen, muy satisfactoria en cuanto al buen andar y a la conducción del cochecito, poniéndole si acaso las pegas por parte de detalles de acabado como la dimensión de los asientos, la mala calidad de los cinturones, y la ausencia de lavaparabrisas eléctrico.

Portada de la revista 'Autopista'


 Sin embargo, el mayor reproche era de otra índole: el precio. Caro, muy caro se vendía el 1200 Sport, convirtiéndolo desde el principio en un claro coche-capricho, bastante más caro que un 124, un 131-L, un R-12, un Simca 1200, e incluso que un GS básico.



Visto ahora con la perspectiva del tiempo, hay que reconocer que, si bien un poco inflado de precio, los hombres de SEAT acertaron bien y aquél no fue un obstáculo para que el 1200 Sport se vendiese muy bien durante el primer año. Al fin y a la postre, el SEAT 1200 era un coche diferente, exclusivo, a todas luces, y el público estaba dispuesto a pagar un poco más por un objeto diferenciador en aquella España de 1976 en la que corrían aires diferentes, renovados, como si una nueva realidad y una nueva vida se empezasen a percibir en el horizonte... de hecho, la publicidad del 1200 Sport así parecía querer ese aire de esperanza e ilusión con el propio eslogan que la SEAT eligió para pomocionarlo a su público objetivo: era para personas alegres que buscaban un coche serio.





martes, 3 de diciembre de 2013

Un, Dos, Tres, responda otra vez


       Para todos aquellos que vivimos y crecimos en la España de los años setenta, aquél concurso llamado ‘Un, dos, tres, responda otra vez’ a buen seguro nos habrá quedado grabado a fuego en nuestras retinas como un icono de la televisión de esa época. Y si además por aquellos años, como era mi caso, estábamos atravesando esa etapa en la vida en la que no existían más preocupaciones que la de desear que el Sporting de Gijón ganase el próximo partido ante el Oviedo, de saber cuántos cromos de la colección de Mazinger Z te saldrían repetidos al día siguiente cuando comprases un par de sobres en el quiosco con las 5 pts de paga con la que te premiaban tus padres, o la de espiar por la ventana a la niña rubia del vecindario (Salomé, con esa cara de ángel y esos tirabuzones cayéndole por los hombros que te cautivaban aún sin saber por qué… si bien los ojazos de Mª Esther y su melena azabache no se quedaban muy atrás), entonces, como digo, era una costumbre (casi un ritual) dejar a un lado esos pensamientos y compartir toda la felicidad y la alegría que cabían en esos adorables e irrepetibles años de la infancia con tu familia, todos juntos, ante el televisor, aquél viejo y fiable Telefunken en blanco y negro, para ver alguno de los programas estrella que TVE emitía en su única (al menos en Asturias) cadena. Uno de estos ‘clásicos’ era el maravilloso Un, Dos, Tres, que tal y como su nombre indica, combinaba conjuntamente los tres tipos de programa-concurso que en la práctica pueden darse: una parte de conocimiento y cultura (batería de preguntas), una prueba de habilidad (simpáticas, alocadas y a veces bizarras) y, por último, azar y suerte en la elección de los premios que un habilidoso Kiko Ledgard o una pícara Mayra Gómez Kemp iban presentando a los concursantes. Quizás por este hecho nos haya llenado tanto ese programa a nuestras generaciones: al fin y a la postre, ¿no era acaso un fiel reflejo de lo que es la Vida? : Un poquito de cultura + algo de habilidad + todo el azar posible...






Claro está que por aquél entonces, un servidor aún no era capaz de pensar en semejantes similitudes y filosofías. A mis once añitos recién cumplidos, seguía viviendo feliz al amparo de un mundo que se me antojaba maravilloso y aún no había atravesado esa puerta que conlleva la pérdida abrupta e irreversible de la inocencia. Dicho de otro modo: seguía instalado en la infancia, y en esos años lo que más me atraía eran los coches y, aún sin saber por qué, los ricitos de Salomé o los ojos de Mª Esther.

Así las cosas, corría el dos de febrero de 1977 cuando, como todos los sábados, nos apostamos mis padres y yo a ver el ‘Un, Dos, Tres’. Me puedo imaginar la escena: mi madre tricotando el próximo jersey que iba a usar yo (ese invierno estaba siendo duro aquí en Avilés) y mi padre sentado de frente al viejo Telefunken fumando uno de sus eternos cigarrillos ‘Goya’ mientras un servidor jugaba sobre la alfombra cuadrada de la salita con los cochecitos de juguete. Muy probablemente (ya que eran mis favoritos) estaría ‘circulando’ por las franjas longitudinales verdes y rojas (hey, estamos en los ’70, recordad!!!) de la alfombra que simulaban carreteras con mi SEAT 1200 de Pilen, mi Módulo Pininfarina de Guisval, o mi Pegaso Cabina Cuadrada de Mira cuando comenzó el programa…

Hasta aquí, el párrafo anterior es sólo conjetura y artificios literarios que se probablemente se correspondiesen fielmente con la realidad, pero a partir de aquí ya hablamos de recuerdos nítidos: estábamos ya en la recta final del programa, y ¡Flash! ¡Los concursantes acaban de perder EL COCHE! Recuerdo perfectamente la cara que se me puso cuando en el concurso apareció ese SEAT 1200 Sport en la pantalla… ¡Joder, era un bocanegra el premio de ese sábado! ¡No me lo podía creer, un BOCANEGRA, coño!  






No era común que en Un, Dos, Tres apareciese un 1200 Sport. Siempre eran SEAT, por supuesto, pero por regla general los modelos destinados a premio eran los 131, 124 y 132. De hecho, que yo sepa, nunca más apareció otro 1200 Sport en el Un, Dos, Tres, si bien hablo de memoria y puedo estar perfectamente equivocado. Pero de lo que no hay duda es que ese momento, el de aparición de ese 1200 Sport en el programa del 02 de febrero de 1977 lo recuerdo perfectamente. Me acuerdo como si fuese ayer mismo del decorado y del tema del programa de esa noche: el ballet. Veía a las bailarinas ataviadas con esos ropajes de ballet y pensaba en Salomé y Esther  con esa faldita, con ese vestidito… aunque nada más aparecer el SEAT 1200 debo deciros que todo mi incipiente romanticismo desapareció de un plumazo, me olvidé de ellas y me ensimismé en las tremendas ganas que tenía de crecer, de hacerme mayor, y poder comprarme de una puñetera vez por todas un coche de verdad. Un SEAT 1200 Sport, claro!!! 

 ¡Qué lejos estaba yo de comprender y atisbar las complicaciones y la carrera de obstáculos que se avecinaba a la vuelta de la esquina en todo eso que vendría a denominarse ‘vida adulta’!  Bendita felicidad inocente la Infancia…




Un mes antes de la grabación del programa, en Barcelona, en la factoría SEAT, la unidad tres millones y media acababa de ser fabricada, recayendo este honor en un SEAT 1200 Sport como el protagonista de esta entrada. Es más: era el mismo protagonista; la misma unidad. Como vemos en la noticia adjunta, esa unidad se destinó a premio en el concurso de ese día (primer sábado de febrero de 1977) conmemorando no sólo la unidad 3.500.000 fabricada por SEAT, sino coincidiendo también otra efeméride: hacía un año exactamente que el SEAT 1200 Sport comenzó oficialmente a comercializarse en los concesionarios. Si ambos hechos fueron advertidos y tenidos en cuenta por personal de SEAT o si por el contrario esa circunstancia pasó inadvertida, nunca lo sabremos, como tampoco el destino final de esa unidad 3.500.000 que los concursantes no llegaron a ganar y que acabaría matriculado en algún punto de la geografía española (los 1200 Sport aún no se exportaban en febrero de 1977) ignorando muy probablemente su propietario el hecho de tener en su poder una unidad que pasó a la historia… al menos en la memoria de aquél niño de once años que miraba boquiabierto la pantalla al aparecer el objeto de sus sueños de infancia.



Al finalizar esa noche, la pareja de concursantes de la emisión de ese dos de febrero de 1977 se fueron felices y contentos a casa tras haber conseguido un apartamento (premio estrella del programa junto con el coche; sorprende cómo en esos años ambos premios –un coche y un apartamento-  eran de semejante cuantía y anhelo para la incipiente clase media)


Por si alguien siente curiosidad, Salomé se casó muy joven y a mediados de los ochenta, antes de comenzar yo en la Universidad, se marchó lejos a vivir, despareciendo para siempre de mi mundo. Por su parte Mª Esther, desde los inicios de la adolescencia muy precoz y ávida de experiencias, también acabaría yéndose  por otros derroteros a vivir la vida, haciendo una fugaz aparición por nuestro Avilés natal en las postrimerías de los noventa como prostituta, vagando y mercadeando tristemente por las mismas calles que la vieron nacer hasta que volvió a desaparecer, esta vez sin dejar rastro alguno.